“El día mundial del teatro fue creado en 1961 por el Instituto
Internacional del Teatro (ITI). Se celebra anualmente el 27 de marzo. Uno de
los eventos más importantes que se celebra es la circulación del Mensaje
Internacional del Día Mundial del Teatro. Para este año 2014, se le ha
encargado dicho manifiesto al dramaturgo, diseñador, director y creador
de instalaciones sudafricano Brett
Bailey.
Donde exista la
sociedad humana, el irreprensible Espíritu de la Representación se manifiesta.
Bajo los árboles en pequeños pueblos, y en los escenarios altamente
tecnificados en metrópolis globales; en pasillos de escuelas y en campos y en
templos; en barriadas, en plazas públicas, en centros comunitarios y en sótanos
de ciudades del interior, la gente es atraída para compartir en el efímero
mundo teatral que creamos para expresar nuestra complejidad humana, nuestra
diversidad, nuestra vulnerabilidad, en carne viva, y aliento, y voz.
Nos reunimos para sollozar y para recordar; para reír y contemplar; para
aprender y para afirmar y para imaginar. Para maravillarnos de la destreza
técnica, y para encarnar a los dioses. Para capturar nuestro aliento colectivo
en nuestra habilidad para la belleza y la compasión y la monstruosidad. Venimos
a energizarnos, y a empoderarnos. Para celebrar la riqueza de nuestras diversas
culturas, y para disolver las fronteras que nos dividen
Donde exista la sociedad humana, el irreprensible Espíritu de la
Representación se manifiesta. Nacido en la comunidad, lleva las máscaras y las
vestimentas de nuestras diversas tradiciones. Utiliza nuestros
lenguajes y ritmos y gestos, y aclara un espacio entre nosotros.
Y nosotros, los artistas que trabajamos con este espíritu ancestral, nos
sentimos obligados a canalizarlo a través de nuestros corazones, nuestras ideas
y nuestros cuerpos para revelar nuestras realidades en toda su mundanidad y
brillante misterio.
Pero en esta era en la que tantos millones luchan por sobrevivir, están
sufriendo bajo regímenes opresores y de un capitalismo depredador, están
huyendo de conflictos y adversidades; donde nuestra privacidad es invadida por
servicios secretos y nuestras palabras son censuradas por gobiernos
entrometidos; donde los bosques están siendo aniquilados, especies exterminadas
y océanos envenenados: ¿qué nos sentimos obligados a revelar?
En este mundo de poderes desiguales, en el que diversos órdenes hegemónicos
tratan de convencernos que una nación, una raza, un género, una preferencia
sexual, una religión, una ideología, un marco cultural es superior a todos los
otros, ¿es verdaderamente defendible insistir que las artes deben estar sin
cadenas frente a las agendas sociales?
¿Estamos nosotros, los artistas de arenas y escenarios, conformes con las
esterilizadas demandas del mercado, o aprovechar el poder que nosotros
tenemos: el de limpiar el espacio en los corazones y las mentes de la
sociedad, para reunir a la gente alrededor de nosotros, para inspirar,
encantar e informar, y crear un mundo de esperanza y generosa cooperación?